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La tolerancia. De las aulas a los tribunales


«
Casi todos los hombres fundan su escepticismo respecto a una cosa en la fe ciega en otra» (Lichtenberg – tomado de Valdecantos, A. (1999). Contra el relativismo. Madrid: Visor Dis). 

Seamos tolerantes. La tolerancia no es broma.

Aprendamos a ser tolerantes, en primer lugar, con nosotros mismos. Pero en un sentido algo especial, en el de que seamos conscientes de que podemos hacer convivir, dentro de nosotros, ideas que incluso pueden ser contrapuestas, contradictorias, y que podemos equivocarnos. La tolerancia es actitud, pero también mucho más: puede tener una importante función epistémica.

Todos —sin pretender caer en una paradoja del tipo de la de Epiménides-, repito, todos podemos equivocarnos. También en el proceso: no hay proceso que evite por completo el error, la equivocación. Las condenas erróneas, los proyectos inocencia, los falsos positivos, son ejemplos de esto. Ya lo señaló Carnelutti, el error y el proceso son inseparables. Por eso, de lo que se trata es de establecer un sistema de precauciones contra el error[1]. Eso es el proceso.

Pero en el aprendizaje el error adquiere otra connotación, otra tonalidad. Reconocer el error, identificar la equivocación, actuar ante ella, es parte del aprendizaje, como también de la investigación. Lo equivocado de hoy puede ser lo correcto del mañana. Las certezas de hoy, los errores de más adelante[2]. Esto a veces lo aprendemos cuando nos permitimos cuestionarnos y cuestionar nuestras certidumbres. Ahora o más adelante. Nadie dice que esto sea fácil.

Aprendamos, en segundo lugar, a identificar la o las intolerancias y a examinar la externalidad de nuestra tolerancia (o tolerancias). El desafio es grande ya que muchas veces nos rodeamos de intolerancia. En redes sociales parece que va rumbo a la extinción, quizás fruto del anonimato, quizás fruto de otras causas más profundas. A veces, lamentablemente, también nos podemos llegar a encontrar con la intolerancia dentro de la facultad o dentro de los tribunales. ¿Sabemos polemizar con respeto? ¿sabemos debatir sin las trampas del odio que a veces todos compramos?

Creo, en ese sentido, que tolerancia no es pensar todos lo mismo. Tolerancia —que no es una asignatura— es otra cosa que también tenemos que aprender y ejercer. No es sencillo. Como Borges citando a San Agustín cuando le preguntan ¿qué es el tiempo?, y responde algo así como que «Si no me lo preguntan, lo sé. Si me lo preguntan, lo ignoro»[3]. Esto también se puede decir de la tolerancia.

Busquemos, aún sin tener muy claro la tolerancia (o las tolerancias, o los distintos conceptos de tolerancia), favorecer todo lo que pensamos que puede tener que ver con esto dentro del aula, dentro de los tribunales. La tolerancia es algo de la elegancia que nos va quedando. Concibamos el aula y las salas de audiencia (así como otros lugares que nos interesan) como un espacio de discusión más allá de la mediocridad, de las falacias, de los prejuicios, del grito, del ruido. Hagamos entre todos un espacio para la discusión pública sobre la base de razones y de ideas. A pesar de la conjura de los necios, de la confederación de convencidos, no dejemos morir a la controversia, no dejemos morir nuestra tolerancia.

Sobre esto he hablado también en otras ocasiones llamando la atención acerca de la diferencia entre el proceso jurisdiccional (entendido como juicio institucional) y el juicio paralelo (que se tiene lugar a nivel mediático o de redes sociales). En definitiva, creo que tanto el aula, como el proceso, de algún modo deberían ser una pausa entre tanto conflicto. El conflicto pervive, pero en el proceso busca solución. La idea de pausa puede ser algo paradójica respecto al proceso (que normalmente se asocia con algo dinámico, que avanza, donde se suceden etapas), pero la concibo como algo cultural, como lo opuesto al ruido, a la violencia, a lo irracional. Es esencial para la relación del proceso con la democracia, con la república, con el estado constitucional de derecho. Deberían (deberíamos) ofrecernos la posibilidad pensarnos dentro de estas instituciones, y evaluar y evaluarnos sobre cómo actuamos en estos espacios institucionales para la dialéctica[4], la deliberación y el debate en términos de libertad, respeto, civilidad y tolerancia.  



[1] Carnelutti, F. (1982). La prueba civil. Buenos Aires: Depalma, p. XVIII.

[2] «El  crecimiento  exponencial  del  conocimiento  y  de  la  literatura  disponible  induce a profesores, como el Dr. Sydney Burwell, quien fuera Decano de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, a advertir: “(...) en 10 años estará probado que la mitad de lo que usted ha aprendido como estudiante de medicina es equivocado, y el problema es que ninguno de sus profesores sabe qué mitad será” (Sackett, Straus, Richardson, Rosenberg Haynes,  2002).  Hoy  se  dice  que  el  saber  médico  se  renueva  cada  5  arios  hasta el 75% (...)». En realidad la autoría de la cita está disputada, existiendo además distintas variantes. No obstante, la cita en cuestión se toma concretamente de un pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia colombiana (sala de  casación  civil,  Luis  Armando  Tolosa  Villabona,  magistrado  ponente),  SC5186-2020,   radicación   47001-31-03-004-2016-00204-01,   de   18   de   diciembre  de  2020. Cfme., Soba Bracesco, I. M. (2021). Prueba pericial y conocimiento privado del juez: entre el optimismo y la deferencia. En Revista De Ciencias Sociales1(78). https://doi.org/10.22370/rcs.2021.78.3025

[3] Borges, J. L., (2019). Nostalgia del latín. En Textos recobrados 1956-1986, Barcelona: Penguin Random House, p. 219.

[4] Sobre libertad y dialéctica, libertad y tolerancia, libertad y coincidencia: Couture, E. J. (2004). El arte del derecho y otras meditaciones. Montevideo: FCU, pp. 24-25.

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Ignacio M. Soba Bracesco
Profesor Agregado por la Facultad de Derecho de la Universidad de la República. Doctor en Derecho por la Universidad de Salamanca. Profesor de Derecho Procesal en grado y posgrado en distintas Universidades de Uruguay e Iberoamérica. Autor de diversos artículos, ponencias y libros de Derecho Procesal y Probatorio, tanto en el Uruguay como en el extranjero. Director y coordinador de diversas obras colectivas. Conferencista, ponente y relator en Jornadas y Congresos. Coautor de la sección de legislación procesal en la Revista Uruguaya de Derecho Procesal (2007 a la fecha). Integrante de la Comisión Revisora del Código Modelo de Procesos Administrativos para Iberoamérica. Miembro de la International Association of Procedural Law. Miembro del Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal. Presidente honorario del Foro Uruguayo de Derecho Probatorio y Director de su Anuario. Co-Coordinador Académico en Probaticius. Miembro Adherente del Instituto Panamericano de Derecho Procesal. Miembro Fundador de la Asociación Uruguaya de Derecho Procesal Eduardo J. Couture. Integrante del Instituto Uruguayo de Derecho Procesal. Miembro de la Revista Uruguaya de Derecho Procesal.